Sexo débil nos llaman, complicadas, nos definen, bellas dicen de nosotras los
hombres, quejicas dicen que somos, buenas chicas dicen nuestros padres,
caprichosas, dependientes emocionalmente, románticas, gastadoras compulsivas,
comprensivas, lloronas, sensibles, luchadoras, sensuales, manipuladoras…
Quisiera definir a las mujeres, pero no hay una mujer igual, creo firmemente que
cada una de nosotras lleva millones de adjetivos en su personalidad, tantos que
sería imposible desglosarlos, más que un adjetivo yo las comparaba con algo que
nos define mucho, un junco, si un junco.
El junco se dobla dependiendo a donde se dirija el viento, el junco luce
majestuoso en el campo, elegante, nadie nota su movimiento, pero el movimiento
es constante, así somos las mujeres.
Siempre majestuosas, arregladas y listas
para cualquier soplo de viento en la vida, ya sea brisa de amor, tormenta de
dolor, cualquier elemento exterior que nos precise, allí estaremos nosotras
doblándonos hacia él con suavidad, apenas sin hacer ruido pero firmes dispuestas
a librar batallas. Unas lloran para hacerlo, otras trabajan de sol a sol,
algunas suplican, también maquinan, derrochan inteligencia, escuchan,
comprenden, aman, apoyan, acompañan, pero casi siempre cumplen su objetivo, casi
nadie lo nota, no hay huellas de dolor en ello ni sacrificio alguno recompensado
sólo objetivos cumplidos.
Las mujeres sabemos muchas cosas, porque observamos, escuchamos, percibimos
sensaciones, sabores, emociones, le damos una dimensión e importancia enorme a
un beso sincero, a unas palabras bellas, a la belleza de un paisaje, al calor
del hogar, a la compañía de alguien que nos quiere, a la tristeza de un niño, a
la soledad de un anciano, incluso al dolor que nos causa el amor, todo lo
absorbemos, nada nos pasa desapercibido, todo se instala en nosotras para darnos
todo ese abanico de adjetivos de los que disponemos y que nos definen.
Nosotras
sabemos lo curativo de un abrazo, lo gratificante de un reconocimiento, lo
difícil de un perdón, lo fácil de un te quiero, lo extraño de un desprecio, lo
duro de una injusticia, y lo falso de una sonrisa.
Al lado de un hombre nos gusta sentirnos únicas, al lado de nuestra familia
sentir que nos necesitan, al lado de una amiga notar que no nos juzgan y a nivel
profesional reconocidas.
Podemos sentirnos reinas con nuestro bolso o nuestra
barra de labios preferida, y la más pequeña de las mujeres cuando un hombre al
que amamos nos dice ya no te quiero.
En una ocasión leí unas palabras
escritas por un hombre que decía de las mujeres que somos como las manzanas, las
que están en la copa del árbol son las más sabrosas y sanas pero ningún un
hombre se atrevía a cogerlas por miedo a dañarse o herirse, cogía las podridas
que habían caído al suelo porque eran fáciles y no corría riesgos.
Nosotras
debemos de procurar estar siempre en la copa de un árbol, porque sólo el más
valiente de los hombres será el que nos alcance.
Un beso a todas y un lo siento
a los hombres, pero es lo que hay.
Nuria España